jueves, 16 de febrero de 2017

Grace



  Las mujeres escriben diferente a los hombres. Tenemos mucha conversación doméstica o personal. Las mujeres se sienten cómodas hablando de lo personal, a diferencia de los hombres. Se cuentan más cosas, y tiene muchos problemas en común. Algo interesante es que las mujeres han comprado libros escritos por hombres desde siempre, y se dieron cuenta de que no eran acerca de ellas. Pero continuaron haciéndolo con gran interés porque era como leer acerca de un país extranjero. Los hombres nunca han devuelto la cortesía. G.P.

Hay personas, libros, lugares a los que me da pena no haber conocido antes. Imagino, tal vez erróneamente, que algo en mí hubiera sido de otra forma, acaso mejor. De todas maneras descubrir a Grace Paley a estas alturas me ha traído cierta esperanza. No la esperanza de que el mundo pueda cambiar alguna vez, en absoluto. De que eso jamás ocurrirá ya me he dado cuenta hace algún tiempo, ese es el privilegio de cumplir años. El grato regusto que permanece después de la lectura de La importancia de no entenderlo todo tiene que ver con algo más íntimo, algo personal que es, al fin y al cabo, el único ámbito donde podemos aspirar a ganar alguna batalla.
Emociona la narración de su lucha incansable: contra la guerra del Vietnam, contra la guerra del Golfo, a favor de la justicia racial en Estados Unidos, a favor de la igualdad de las mujeres... Reconforta su capacidad de análisis, de argumentación, la determinación en la defensa de sus convicciones, siempre en contra de la iniquidad de los poderosos. 
Pero además la mirada de Paley es capaz de detenerse en medio de la contienda a recoger una sensación, una inflexión en el aire, un mirada destinada a perderse entre las líneas de la historia. Para los que como yo, añoramos perpetuamente los atardeceres neoyorquinos, el relato de su estancia en la cárcel de mujeres del Village, con las voces de los niños llamando a sus madres a la salida del colegio, se convierte en una lectura inolvidable. Los que hemos disfrutado de las tardes de verano en Washington Square comprendemos lo que hubiera significado que una gran avenida de cemento se hubiese llevado por delante un espacio de libertad donde poder sentirte un poco más humano cada día. Paley murió en agosto de 2007. Aunque ella no estuviese muy convencida, yo creo que sí, que el mundo a su lado fue por unos instantes bastante mejor de lo que podría haber sido.

La idea de que me iré de un mundo que está cada vez peor no me gusta, porque siempre pensé que era mi deber dejar al mundo mejor de cómo lo había encontrado. Pero si se tiene el hábito de ver cada día como una jornada completa, envejecer es interesante. Todos los días se conoce una persona nueva, una puesta de sol nueva. Todos los días pasan cosas hermosas.